Las promesas de la nube pública son irresistibles: agilidad, escalabilidad, reducción de costos operativos, innovación sin fricción. Pero detrás de esa velocidad y simplicidad, hay una realidad menos cómoda: una nube mal configurada puede ser tan peligrosa como una puerta abierta en medio de la noche.
En los últimos meses, casi no pasa una semana sin que algún titular mencione el papel de la inteligencia artificial en la ciberseguridad. En muchos de esos casos, la narrativa suele ser alentadora: herramientas más inteligentes, mayor capacidad de detección, automatización de respuestas, reducción de falsos positivos. Pero detrás de esa historia hay otra, igual de importante y menos reconfortante: los atacantes también están usando IA, y no precisamente para defenderse.
En el ámbito del ransomware, los grandes golpes no son siempre el final: a veces marcan un punto de inflexión, un impulso para reinventarse. Esto es exactamente lo que está sucediendo con LockBit tras los ataques legales e informáticos sufridos hasta mayo de 2025.
La ciberdelincuencia ha evolucionado a la par de las innovaciones tecnológicas. Hoy, herramientas como la inteligencia artificial (IA) no solo impulsan avances positivos, sino que también han sido utilizadas frecuentemente por atacantes para perfeccionar sus métodos. Los deepfakes videos o audios hiperrealistas creados con IA, por ejemplo, representan un salto cualitativo en el engaño digital.
La inteligencia artificial (IA) ha sido un gran avance para mejorar la eficiencia en las organizaciones, desde esta implementación se ha generado una gran cantidad de automatización de procesos, optimizando las tareas y reduciendo tiempos. Sin embargo, este progreso no ha sido exclusivamente de forma positiva ya que los delincuentes informáticos han aprovechado la utilización de herramientas de IA generativa para automatizar ataques sofisticados.
A medida que el mundo digital sigue evolucionando, también lo hacen las amenazas que enfrentan las organizaciones, gobiernos y ciudadanos. El año 2025 no será la excepción. Las tácticas de los actores maliciosos están avanzando a una velocidad vertiginosa, y en muchos casos, las estrategias defensivas deben reinventarse para seguir el ritmo.
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